Mi compañero parecía rendirse, me acerque y me senté a su lado el coloco su cabeza en mi regazo, solamente pose mis manos en su rostro abrió los ojos despacio como si doliera, me regalo una mueca que se parecía mucho a una sonrisa…
Lagrimas brotaron, y una sensación nueva y extraña, se apoderaba la sensación dolía, enturbiaba toda percepción, mis lagrimas me recordaban a la lluvia, y como tal caía y se perdía entre la viscosidad esparciéndose por el suelo, cada minuto se hacía patente el deterioro de mi compañero, ahora más que nunca no podía rendirme, tenía que actuar, intente trepar unas cuerdas, e intente llegar a la trampilla de la bodega, no fue fácil, accedí tras varios intentos a una plataforma, ahora podía ver el mar, profundo y misterioso, la gaviotas desafiaban los cielos, y dejaban su lamento.
Una extraña sensación me volvía a llenar, regrese sin pensarlo dos veces hasta llegar a mi compañero, que no se había movido de postura, cargué con él a hombros y le subí con algo más de dificultad, seguí todos los pasos anteriores, y llegue a la plataforma, lo lance de un empujón al agua, cuando sintió el impacto contra el agua, dirigió la vista hacia mí y sus ojos tan tristes, se despidieron, la sensación, de vacío y escarcha me anunciaba que ya no volveríamos a vernos.
Nada me retenía allí, pero no pude saltar, nunca averigüe que me impedía saltar, lo pensé durante los siguientes dos meses, durante esos meses, me quedaba mirando al mar, desde el carguero, sabía que finalmente acabaría formando parte de las cajas, aun así…
...Olvide el amanecer, porque jamás volví a verlo.
by Esther Diaz.
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